martes, 18 de febrero de 2014

Ermita de San Antonio de la Florida


La ermita de San Antonio de la Florida es uno de los tesoros que se conservan en Madrid, no tanto por su sobrio aspecto sino por el grandioso conjunto pictórico que Goya pintó a finales del siglo XVIII.
 
Declarada en 1905 Monumento Nacional y en 1928 dedicada exclusivamente a espacio museístico de Goya para la conservación de los frescos realizados por el artista con la edad de cincuenta y dos años y en medio de su sordera, un encargo que fue realizado en seis meses.
 

Goya representa varias escenas de tipo religioso como la Adoración de la Trinidad o los milagros de san Antonio de Padua, además representa en otras a los diversos personajes del siglo XVIII unido a los diferentes paisajes de la ciudad de Madrid para así mostrar su estrecha relación con esta ciudad.

Los restos mortales de Goya fueron trasladados a España en 1919 y recibieron sepultura en la capilla a los pies del presbiterio, una tumba de granito con una lápida que señalaba su sepultura en el cementerio de Burdeos.
 


 





Últimos años

Un Goya tradicional y otro innovador, es la doble faceta que vemos al analizar su obra. Elementos conservadores fieles a los encargos y gustos de su época se contraponen a otros que van a mostrar a un genio creador camino del Romanticismo y la Modernidad. Unos aspectos innovadores que hasta mediados del siglo XIX no van a alcanzar trascendencia posiblemente por el carácter íntimo de la mayoría de ellas.
 
Sus últimos años van a estar marcados por un mayor aislamiento de España, decidiendo en 1824 marcharse al exilio en Francia, donde continúa pintando, dibujando y haciendo litografías y grabados como los famosos "toros de Burdeos" o su serie de Los Disparates, que dejó inacabada y que no se publicaría hasta 1864.
 
En Burdeos realiza su última gran obra, La lechera de Burdeos, que, por su técnica, algunos han considerado como un precedente del Impresionismo. Muere en esa ciudad francesa en abril de 1828.
 
 






Las pinturas negras

Tras la derrota napoleónica y la entronización de Fernando VII, Goya pasó por un proceso político de depuración y continuó conservando su puesto en la corte real. Sin embargo, ya es visto con desconfianza en esta por su pasado liberal y va encerrándose cada vez más en si mismo y apartándose de la vida pública.
 
En 1823 tras una grave enfermedad, se recluye en su casa de campo, llamada "La Quinta del Sordo", que decora con las pinturas negras, realizadas al óleo sobre yeso, posteriormente trasladadas a lienzo, y llamadas así tanto por sus colores predominantes, negro, castaño, verdoso, blanco "sucio", como por su tono sombrío y pesimista.
 
El dolor, el mal, la amargura, lo demoniaco y lo irracional están presentes en estas composiciones enigmáticas de difícil interpretación, que nos muestran a un Goya visionario en sus años de vejez.
 

 
 
 
Destacable son también Saturno devorando a un hijo en una imagen de fuerza expresionista aterradora, y el Perro semihundido, donde la síntesis formal, la extrema sencillez y lo hermético de su significado lo sitúan en la modernidad.
 
 
 
 
 
 
 
 
 


Las majas de Goya

Un apartado concreto pertenece a las famosas majas  de Goya que realizara para el todopoderoso ministro Manuel Godoy, La maja vestida y La maja desnuda (1798-1805), obras por las que años más tarde se vería obligado a justificarse ante la inquisición.
 
A mediados del siglo XIX aproximadamente se produce la exhibición pública de estas dos pinturas, después de haber sido incautadas por su propietario, Manuel Godoy, y haber permanecido luego escondidas en el Tribunal de la Inquisición para finalmente pasar a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1836. Primero fue expuesta La maja vestida en la exposición de 1840 de la Academia y posteriormente La maja desnuda en los inicios del último tercio de este siglo.
 

 
En el siglo XX, con el interés que se crea en torno al desnudo femenino con las vanguardias artísticas, se ha valorado la modernidad de ambas obras de Goya en cuanto a la representación de la mujer y como claros precedentes de obras de Manet y Degas y otros artistas posteriores.





La tragedia en Madrid

Como se observa el contexto histórico siempre ha sido el telón de fondo en la figura de Goya y su producción artística, llegando a definirle como un "testigo de la historia" o como el "primer reportero gráfico" de la misma. Dos grandes obras anteriormente mencionadas forman parte de este bloque temático, el 2 de mayo de 1808 en Madrid o La lucha con los mamelucos, y el 3 de mayo de 1808 en Madrid o Los fusilamientos, pintadas en 1814, posterior al final de la guerra.



Ambos reflejan un hecho histórico ocurrido en Madrid los días 2 y 3 de mayo de 1808, que fueron el detonante de la guerra con los franceses. Estos dos lienzos fueron solicitados por la Regencia que esperaba a Fernando VII con el fin de destacar el valor del pueblo español y concretamente el de Madrid.
 
Por tanto dos escenas que muestran el choque entre españoles y franceses y el inicio de la guerra, la violencia será un aspecto evidente en ambas al igual que en la serie de grabados de la guerra que hemos comentado anteriormente, pero que en este caso Goya lo expresa mediante figuras y conceptos de la pintura anterior, así como por detalles relativos a la muerte y al momento preciso de darse muerte unos y otros.











Los desastres de la guerra

A partir de 1808, los acontecimientos históricos marcan de nuevo la pauta en la obra de Goya. La invasión napoleónica, el levantamiento popular del 2 de mayo contra los franceses y su represión posterior supusieron para Goya, como para la gran mayoría de los ilustrados españoles, una verdadera situación de crisis personal en la que se veían obligados a elegir entre el patriotismo y la oportunidad de introducir en España reformas de tipo ilustrado. Para Goya el problema era la sinrazón y la crueldad de la guerra. La pincelada aquí se vuelve más rigurosa y la mancha y el color disuelven el dibujo y se convierten en vehículo expresivo cargado de dramatismo.
 
 
 
La tragedia de la guerra se plasma en la serie de estampas grabadas de Los desastres de la guerra (1810-1813) que contienen escenas de crueldad salvaje. Y es que la guerra va a crear en la personalidad de Goya un espíritu de reflexión crítica e innovadora sobre esta, sus causas, manifestaciones y consecuencias. Algo que no solo plasma en esta gran serie de grabados sino también en las pinturas que realizó conmemorando los acontecimientos del 2 y 3 de mayo en la ciudad de Madrid. 
 
Goya a través de estas estampas va a mostrar el lado más oscuro de la guerra, el de los muertos y sus asesinos, el de los indefensos, el de los que padecen y el de los que disfrutan con el padecimiento ajeno. La sensibilidad de Goya ante estos hechos va a producir un gran grito contra todo tipo de violencia, que no acepta justificación.



 


 

Los Caprichos

 
 
En 1799 Goya realiza la serie de ochenta estampas grabadas al aguafuerte y aguatinta de Los Caprichos. En ellas, explorando la realidad de su entorno y observando con un ojo crítico excepcional los problemas del mundo que le rodea, fustiga las injusticias sociales, el abuso de poder, la hipocresía, la ignorancia del clero y en general los vicios y corrupciones.

El grabado titulado El sueño de la razón produce monstruos, concebido como portada de la serie, puede entenderse como un reconocimiento de la complejidad de la condición humana, que no sólo está hecha de razón sino también de sinrazón.


La interpretación inicial fue la de ver a los Caprichos como una crítica fuerte a la época del momento, en algunas ocasiones de forma general y en otras más concretamente a instituciones o personas como Godoy y la monarquía. Fruto de estas interpretaciones son los comentarios manuscritos en las estampas, ejemplo de ello es el ejemplar conservado en el Museo del Prado que pertenecía a Juan Agustín Ceán Bermúdez, amigo de Goya.
 
 
Precisamente esa crítica encubierta a instituciones como la Inquisición puso en peligro a Goya, que regaló las estampas grabadas a Carlos IV para evitar mayores problemas.
 


La familia de Carlos IV



Una de las obras más representativas de Goya es este retrato colectivo de la familia de Carlos IV, encargado por ellos en 1808 en un contexto en el que se quería retomar las relaciones con los franceses y con Napoleón. Goya retrata a los miembros de la casa de Borbón en torno a Carlos IV y Maria Luisa.
 
La forma en que debía realizarse el cuadro fue organizado por la propia reina y Godoy, de forma que Goya tomaba estudios del natural de los miembros que retrataría y para ello se traslada a Aranjuez un par de meses para a su regreso ponerse manos a la obra y terminarla a finales de año.
 
Es evidente la influencia recibida por Velázquez, la primera de ellas el propio Goya autorretratado en su lienzo, además la decoración de fondo con un par de cuadros simétricos. Los reyes son el centro de la composición y están unidos por el infante don Francisco de Paula, hijo menos de los reyes.
 
El autorretrato de Goya se localiza a la izquierda, sin dejar ver lo que pintaba en el lienzo, algo que contrasta con los cuadros del fondo que son de su propia creación.
 
 
 
Goya se detiene en mostrar la riqueza de los vestidos y joyas, todas las damas con la banda de la orden de Damas Nobles de la reina Maria Luisa, y la reina y la infanta Maria Luisa, de igual modo con la cruz de la Orden de la emperatriz Maria Teresa de Austria, algo exclusivo de las damas de la familia real. El rey por su parte lleva las bandas de la orden de Carlos III, de la napolitana de San Jenaro y de la francesa del Santo Espíritu y las placas de las cuatro órdenes militares españolas.

lunes, 17 de febrero de 2014

Goya y sus autorretratos II

En el año 1799 Goya es nombrado Primer Pintor de Cámara y a causa de ello le encargan pintar un gran retrato colectivo, "La familia de Carlos IV", que hace en Aranjuez entre 1800 y 1801. De igual forma que Velázquez había hecho en "Las Meninas" con la familia de Felipe IV, Goya se incluye en el grupo para inmortalizarse.
 
Antes de llegar a este retrato colectivo Goya pinta el Autorretrato de Castres y su réplica de Bayona en 1800, aunque hay un debate en torno a la fecha de realización, se conoce que la enfermedad de 1792 que causó daños en el oído disminuyó también su visión y en estos retratos lleva gafas.

Estamos ante un Goya vestido como de costumbre, con elegancia aunque sin entrar en detalles de su indumentaria, realza los botones y bordados de la chupa únicamente. Lo que resulta curioso de todo esto es que en los dos autorretratos previos de Castres y Bayona, Goya lleva unas gafas que no aparecen en el de "La familia de Carlos IV" donde recupera la actitud autoritaria del autorretrato de Agen.
 
Por otro lado el autorretrato de la Academia de San Fernando, fue donado por Javier Goya a esta institución en 1829. Considerado uno de los mejores de los que Goya se hizo, donde representa su cabeza ligeramente inclinada hacia la izquierda, como asomándose por encima de un caballete que no vemos, es un Goya que no muestra interés por su vestimenta. Goya tiene si tenemos en cuenta la firma y la fecha que aparece en el lienzo unos sesenta y nueve años.
 
  
 
 
El mismo problema de precedencia que se planteaban anteriormente con los autorretratos de Castres y Bayona se observa ahora con este de la Academia y el autorretrato del Museo del Prado que lleva su misma firma pero no la fecha.
 
Finalmente destacar el autorretrato con Arrieta, considerado como el más patético que nos dejó Goya, en vez de ver en el espejo las facciones que va a representar en el lienzo, se las imagina en una actitud trágica como debieron de aparecer a los ojos de su doctor. Pintado en tonos fríos y oscuros resaltando los acentos blancos de la lencería y el rosa pálido de la colcha al estilo de Tiziano.
 
 

Goya y sus autorretratos

Los primeros autorretratos de Goya son del momento de su casamiento, uno de ellos y considerado el primer autorretrato conocido del autor es el de la colección Marquesa de Zurgena de Madrid, con la consideración de que estamos ante un retrato de novio. Representa la cabeza y parte del busto del joven artista. Un elemento destacado es esa oscuridad que Goya utiliza para resaltar los claros y rodearlos de atmósfera y misterio, elemento que oculta de cierta manera la cabellera suelta del artista.
 

Otro de los cuadros que más interpretaciones a dado es el cartón de La novillada, donde se ha repetido tradicionalmente que Goya fuera el torero vestido de color salmón. El propio artista explicaba  esta escena de la siguiente manera: "Dos jóvenes jugando con un novillo, el uno en ademán de ponerle un parche, detrás de estos otros dos en postura de sortearle". Este cartón fue pintado para un tapiz destinado al dormitorio de los Príncipes, del Palacio de El Pardo. Goya tiene unos treinta y tres años al pintar este cartón, ese mismo año de 1780 ingresaría como miembro en la Real Academia de San Fernando.
 
Goya será uno de los afortunados en hacer una de las pinturas de los altares de la iglesia de San Francisco el Grande, le tocó representar el tema de San Bernardino de Siena predicando al rey Alonso de Aragón, estuvo trabajando en este lienzo hasta 1783 y un año después los cuadros se descubrieron al público. El Rey y la corte se inclinaron abiertamente por Goya, quien se autorretrata en el borde derecho de la tela, mirando hacia el espectador y no hacia el predicador como el resto de los personajes, una imitación de Velázquez en el supuesto autorretrato de "Las Lanzas".
 
 
 
 
 
 En el autorretrato del Museo de Agen vemos ya un cambio con respecto a los anteriores, con un precedente  en un dibujo al lápiz blando, que después de haber pertenecido al hijo del pintor y a su nieto, pasó a Vcente Carderera, pintor e historiador aragonés, cuy familia lo vendió a un coleccionista particular de Estados Unidos. Se observan diferencias en el dibujo con respecto al cuadro, y es que en el primero no se acusa tanto la intención de Goya de imponerse al espectador, la postura es menos dominante. Su mirada suavemente desconfiada carece de la penetración del autorretrato final de Agen. Hay pues claras diferencias entre los dos autorretratos, pintado y dibujado, aunque suelan relacionarse.

 
 En este mismo momento se atribuyen otros dos cuadros en los que el pintor se introduce con el deseo de entrar en la alta sociedad del país. El primero de ellos en el retrato de Floridablanca, con una composición centrada en una figura protagonista vestida de rojo vivo con cierto aire despótico y distante, mirada al frente en el momento en que dos artistas domésticos le presentan sus obras, que no parecen interesarle demasiado. Goya que se adelanta presentando un cuadrito enmarcado, quizá la propia cabeza del ministro ya que en una carta a Zapater le dice: "En esta jornada he hecho la cabeza para el retrato del Sr. Moñino en su presencia y está muy contento, ya te escribiré lo que resulte".
 


El segundo de los cuadros es el de la Familia del infante Don Luis, hermano de Carlos III, que vivía exiliado en el pueblo abulense de Arenas de San Pedro, Goya tenía un cuñado que trabajaba en casa del Infante y pudo intervenir en que el Infante y su mujer llamasen a Goya a Arenas para que retratase a toda la familia. Es posible que también influyera en la llamada don Ventura Rodríguez, arquitecto del Pilar y del Infante. Goya pasó cuatro semanas en el pueblo realizando el cuadro donde los personajes aparecen dedicados a sus actividades cotidianas como sin darse cuenta de que los están pintando. El único sentado, aparte de los cónyuges es Goya, en un taburete tan bajo que parece estar de cuclillas con pincel y paleta en manos.
 
 
Como vemos en ambos ejemplos la cabeza de Goya aparece de perfil, mirando hacia el fondo derecha, si en ellos no se planta cara al público no deja de entrometerse, casi de igual a igual, en la intimidad de los grandes de este mundo.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Goya en su taller


Procedente de la colección del conde de Villagonzalo es el pequeño autorretrato en que se representó Goya, en pie, con una chaqueta corta, mirando al espectador y trabajando con un gran lienzo. Una obra que demuestra la independencia artística del pintor realizando aquí un arte más personal. A través de este autorretrato Goya nos da a conocer sus elementos de trabajo: pinceles cortos y cogidos cerca de la brocha propio del arte detallista que llevaba a cabo por estos años, destaca su paleta con diez colores colocados desde el blanco, siguiendo por los ocres a los verdes, azules, para acabar con los más oscuros. En la paleta de años posteriores estos detalles no llamarán tanto la atención pues los rojos en ella ocuparán preferencia.
 
Su hijo, Xavier Goya, en su biografía nos da más información sobre la forma de trabajar su padre: «Pintaba sólo en una sesión, algunas veces de diez horas, pero nunca por la tarde y los últimos toques, para el mejor efecto de un cuadro los daba de noche, con luz artificial». Goya era admirado por sus contemporáneos por la gran destreza y agilidad con el pincel y su facilidad para cubrir grandes superficies.
 
El uso de la espátula antes de 1808 era escaso y si la utilizaba era para lograr unos efectos calculados. Sobre ello su hijo escribe: «Siempre merecieron su predilección los cuadros que tenía en su casa, pues como pintaba con libertad, según su genio y para su uso particular las hizo con el cuchillo de la paleta en lugar del pincel, logrando sin embargo, que hiciesen un efecto admirable a proporcionada distancia». Otras fuentes nos dicen que utilizaba los dedos, las brochas, esponjas, cañas abiertas y trapos.
 
 
Su paleta va a evolucionar hasta que en su última etapa se reduce a unos pocos colores como bien describe uno de los primeros historiadores de Goya, el francés Matheron: «Su paleta era en extremo sencilla: componíanla tres o cuatro colores, a lo más, de cuya preparación cuidaba él mismo, y eran el blanco, el negro, el bermellón, los ocres y las tierras de Siena. Conozco una admirable cabeza de mujer que pintó con el blanco, el negro y el bermellón solos […] no se ocupaba, en sus últimos años sobre todo, de examinar la calidad de sus lienzos ni de sus tablas. Todo era bueno para él, y como si hubiera querido aumentar el mal de la alteración de los colores, se servía con gusto del primer pedazo de tabla que encontraba, o de cualquier fragmento de lienzo crudo, sin en muchas ocasiones el trabajo de clavarlo en un bastidor».
 
 

martes, 11 de febrero de 2014

La Tirana: un regalo para la Academia.


 
 
El retrato de Maria del Rosario Fernández Ramos, llamada la Tirana, fue un cuadro regalado a la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en el año 1816 cuando Goya tenía unos setenta años. Esta obra constituye la primera de Goya que ingresa en  la Academia con el fin de iniciar un conjunto  único de colecciones del artista.
 
El retrato fue un regalo de la sobrina Teresa Ramos a la institución acompañado de una carta de entrega para Martín Fernández Navarrete, secretario de la Academia. Estamos en un período en el que España se encuentra bajo el mando de Fernando VI, una época marcada por la represión política.
 
La Tirana fue una excelente actriz dramática y muy reconocida en su época, en Barcelona recibe en 1780 una orden que le permitía incorporarse a los teatros de Madrid como una actriz sobresaliente. Muy conocida es la amistad que existía entre esta y la duquesa de Alba quien le favorecía con trajes de vestuario y conocimientos de interpretación, de esta forma la Tirana se incorpora al grupo de protegidos de la aristocracia al igual que los músicos, toreros y literatos. Cansada y enferma se retira de la escena hacia el año 1794 y muere en 1803 en su domicilio de la calle Amor de Dios de Madrid
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El retrato de la Tirana ha sido objeto de discrepancias en cuanto a la falta de acuerdo entre los estudiosos sobre la fecha de ejecución del mismo. La intención de pintar dicho retrato posiblemente fuera simbólico por la importancia del personaje en la época. Es llamativo el tamaño del cuadro, la postura de la representada y el fondo de jardín, todo ello para representar a una actriz del teatro de la época.
 
Estamos en un período en el que hay una transformación en el mundo del teatro donde las obras teatrales ya se representan en edificios cerrados donde adquiere importancia la iluminación y el decorado todo ello con el fin de ofrecer más credibilidad al público. Se vuelven a permitir los bailes de máscaras aunque la fiesta de los toros seguía siendo la mayor diversión española.
 
En este panorama de interés teatral se mueve Goya durante su estancia en Madrid, no se conocen datos de las preferencias teatrales de Goya, pero sí de su afición al canto y especialmente a la música popular, muestra de ello sus alusiones en las cartas a Zapater.
 
El retrato de la Tirana tiene unas peculiaridades que le hacen ser destacado, su gran tamaño, la representación de la figura de cuerpo entero y de pie, algo reservado en Goya para los aristócratas, personajes políticos de relevancia o familiares próximos, además de la elegancia distante de la moda afrancesada en contraste con su postura chulesca con un brazo en la cadera.
 
En resumen vemos a una actriz de gran fama y admiración en su época representada por Goya de una manera peculiar y que será un claro ejemplo de su arte de finales del siglo XVIII.
 
 

domingo, 9 de febrero de 2014

GOYA Y LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO


En 1763 el joven Goya se presenta al concurso trienal convocado por la Real Academia, constituyendo este el primer contacto con dicha institución, un concurso que no pudo ganar al ser Gregorio Ferro el que logra obtener la pensión para Roma. Años más tarde vuelve a presentarse al concurso de la Academia nuevamente sin lograr éxito ya que su estilo no es apreciado por el jurado que otorga el premio a Ramón Bayeu.

Después de un tiempo apartado de la Academia, el 7 de mayo de 1780, ingresa como Académico de Mérito, pintando con tal motivo su Cristo crucificado, un cuadro en el que supo conjugar los modelos clásicos de Mengs y Bayeu y el concepto nuevo de realismo religioso con su conocimiento de la anatomía y la belleza del cuerpo unido a la tradición barroca española por medio de Velázquez.



El 5 de junio de 1785 Goya es nombrado Teniente Director de Pintura:  "Después de leído el acuerdo anterior, di cuen­ta de una carta del Sr. Protector, en que me decía cómo S.M. había elegido a D. Francisco de Goya por Teniente Director de Pintura, conformándose con la propuesta a favor de éste en primer lugar que la Academia le había hecho. Se le man­dó dar la posesión, y habiendo entrado en la Sala recibió las enhorabuenas, y dio muchas gracias a la junta por lo que le había favorecido".

Goya durante su etapa de profesor en la Academia  (1785-1797)va a sentir una gran preocupación por el problema de la enseñanza de la pintura, en muchas ocasiones tenía que dejar sustitutos porque sus obligaciones y la sordera que le provocó una grave enfermedad en 1792 le impedía impartir clases. En este contexto Goya plasmará su ideal estético y defiende la libertad de ejecución del artista: "... las Academias no deben ser privativas ni servir más que de auxilio a los que libremente quieren estudiar en ellas, des­terrando toda sujeción servil de Escuela de Niños, precep­tos mecánicos, premios mensuales, ayudas de costa y otras pequeñeces que envilecen y afeminan un arte tan liberal y noble como es la Pintura ....". "No hay reglas en la Pintura ( ... ). La obligación servil de hacer estu­diar o seguir a todos por un mismo camino es grande impe­dimento a los jóvenes que profesan arte tan difícil".
 
Goya en los años sucesivos seguirá unido a la Academia como Director de Pintura un par de años, posteriormente como Director honorario de la Academia, además participaba en las exposiciones anuales que organizaba la institución como parte del programa cultural de la Academia en Madrid, teniendo en cuenta que en aquella época no existía un museo de arte abierto al público.
 

viernes, 7 de febrero de 2014

Los matrimonios de conveniencia: LA BODA


La boda es uno de los tantos tapices pintados por Goya en los que resalta su temática de crítica contra la falta de libertad de elección en el matrimonio y la conveniencia de edades semejantes entre los cónyuges. Un tapiz pintado en 1792 que representa una escena bajo un arco o puente de piedra donde se va a celebrar un cortejo nupcial entre una joven y un hombre mayor pudiente, el cual se apresura hacia ella para detenerla. Destacan las actitudes de los personajes, un padre con gesto complaciente, las amigas de la novia sonríen con mala envidia, un joven al fondo posiblemente un pretendiente rechazado mira el paso de la comitiva con gesto enfadado.
 


El matrimonio de conveniencia fue uno de los aspectos denunciados por los ilustrados, y así en la literatura encontramos varios ejemplos entre los que destaca la comedia de Leandro Fernández de Moratín, El sí de las niñas, una obra escrita en 1801 y estrenada en 1806 en el Teatro de la Cruz de Madrid con un gran éxito y donde Moratín censura la educación de las mujeres de la época y el abuso de autoridad de los padres al que estas se veían sometidas.
 

 
DOÑA FRANCISCA. Haré lo que mi madre me manda, y me casaré con usted.
DON DIEGO. ¿Y después, Paquita?
DOÑA FRANCISCA. Después..., y mientras me dure la vida, seré mujer de bien.
DON DIEGO. Eso no lo puedo yo dudar... Pero si usted me considera como el que ha de ser hasta la muerte su compañero y su amigo, dígame usted: estos títulos, ¿no me dan algún derecho para merecer de usted mayor confianza? ¿No he de lograr que usted me diga la causa de su dolor? Y no para satisfacer una impertinente curiosidad, sino para emplearme todo en su consuelo, en mejorar su suerte, en hacerla dichosa, si mi conato y mis diligencias pudiesen tanto.
DOÑA FRANCISCA. ¡Dichas para mí!... Ya se acabaron.
DON DIEGO. ¿Por qué?
DOÑA FRANCISCA. Nunca diré por qué.
DON DIEGO. Pero ¡qué obstinado, qué imprudente silencio!... Cuando usted misma debe presumir que no estoy ignorante de lo que hay.
DOÑA FRANCISCA. Si usted lo ignora, señor don Diego, por Dios no finja que lo sabe; y si en efecto lo sabe usted, no me lo pregunte.
DON DIEGO. Bien está. Una vez que no hay nada que decir, que esa aflicción y esas lágrimas son voluntarias, hoy llegaremos a Madrid, y dentro de ocho días será usted mi mujer.
DOÑA FRANCISCA. Y daré gusto a mi madre.
DON DIEGO. Y vivirá usted infeliz.
DOÑA FRANCISCA. Ya lo sé.
DON DIEGO. Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.
Ambos ejemplos nos ilustran a dos hombres que ejercen su mirada crítica a la sociedad que les ha tocado vivir. Un Goya a favor de la cultura pero en contra de cualquier actitud o costumbre irracional criticando los elementos que constituían lacras sociales como el matrimonio sin amor, el maltrato a las mujeres, la prostitución y la mendicidad.
 
 
 

lunes, 20 de enero de 2014

Goya y la Real Fábrica de Tapices


Goya comienza su trabajo en la Real Fábrica de Tapices una vez llegado a Madrid en 1775. En un primer momento trabajará sin un salario fijo, cobraba por cada uno de los cartones que entregaba. En estos momentos reinaba Carlos III, quien pasaba mucho tiempo fuera de Madrid, en los sitios reales con grandes cotos, por ello la corte en los meses de otoño se trasladaba a San Lorenzo de El Escorial. La necesidad de tapices para decorar las estancias fue la razón de que contrataran pintores para su encargo.

Por otro lado el Palacio de el Pardo  acogía a la familia real durante la primavera, una ampliación llevada a cabo por Carlos III fue la causa de que Goya realizara cuatro de las seis series de cartones para la decoración de estas nuevas estancias.

El proceso de confección de los cartones comenzaba con la medición de la estancia unido a las preferencias temáticas de quien lo encargaba. El artista antes que nada preparaba el boceto para luego ser aprobado por el cliente y finalmente hacer el cartón del mismo tamaño que el tapiz que se tejería sobre él.

Por los datos de pago se conoce que el primer cuadro que pintó Goya fue La Merienda, por el cual le pagaron siete mil reales, en esta obra representaba a un grupo de majos a orillas del río Manzanares de Madrid y en actitud de descanso, bebiendo y fumando mientras brindan por la naranjera que se les ha acercado con la mercancía.


Uno de los elementos que destacan en estas primeras obras es la forma de representar a los niños, reproduciendo sus juegos y travesuras para tapices de sobrepuertas, donde estaba presente esa alegría de la infancia. Y es que Goya en muchas ocasiones se rodeaba de niños con los que jugaba en los alrededores de su casa.

En resumen se puede ver como Goya en sus cartones nos va a mostrar su cara más festiva y optimista, representando un mundo de juegos, alegría y goces campestres, en el que se aprecia también el modo en que las élites españolas gustaban de revestir una apariencia popular y de jugar la carta "castiza" de una presunta identificación con la vida del pueblo.

Destacar algunos de sus cartones más significativos como El quitasol, una cena galante de ambiente rococó donde destaca la fuerza lumínica y el colorido de tonos vivos  y alegres. Además citar otros como La nevada, La vendimia, La gallina ciega y La boda, en los que se observan otras preocupaciones estéticas alternando lo amable con lo irónico o con la crítica a determinados aspectos de la sociedad.



Goya continuará con esta labor de pintor de cartones hasta 1792, registrándose a lo largo de todo este tiempo una evolución que va poco a poco atenuando el aspecto optimista y alegre de las escenas.

jueves, 16 de enero de 2014

EL JOVEN GOYA




Pocos datos se conocen de los primeros años de infancia y juventud de Goya, o al menos son en muchos casos confusos. Una de las clásicas fuentes a las que se accede para conocer aspectos de esta etapa de la vida del artista es la obra de D. Martín Zapater, quien fuera un condiscípulo de Goya en la Escuela Pía de Zaragoza y a la que ambos fueron de niños. Una amistad de toda la vida, la cual conocemos por la correspondencia entre ambos.

Goya solo estuvo en su ciudad natal de Fuentedetodos los años de su niñez, posteriormente se trasladó a Zaragoza a trabajar en el arte de la pintura. La obra de Zapater ofrece una recopilación de recuerdos que algunos vecinos de Goya conservaban del pintor y su familia, producto de una visita que realizara al pueblo y a la casa del artista durante la preparación de su libro:

«Refieren, sí, estos ancianos, que Goya era travieso é inquieto cuando chico; que

borroneaba figuras, y que pintó en la Capilla de las Reliquias unos cortinajes al fresco,

y después al óleo en las puertas del retablo, la Venida de la Virgen del Pilar; que en

1808 mientras su permanencia en el lugar, durante el segundo sitio que sufrió Zaragoza,

era sordo y le hablaba por señas un criado que trajo, haciendo uso de un abecedario

que todavía imitan. Mencionan también que al ver Goya la pintura del referido

altar exclamó: No digáis que eso lo he pintado yo; pero ninguna memoria hacen estos

modestos aunque exactos testigos de un acontecimiento que debió haber dejado

huella en el hogar: y contestes se hallan en asegurar que Goya dejó a Fuendetodos,

porque en él nada podía aprender ya como pintor.»

 
Después de la estancia en Zaragoza donde llegó a ser discípulo de D. José Luzán, formado en la Italia manierista, y de otra breve estancia en Madrid, Goya se marcha a Roma probablemente en el año 1770 todavía muy joven y allí alcanzará en 1772 con seguridad el segundo premio de un concurso de la Academia de Parma con su cuadro "Aníbal contemplando desde los Alpes la campiña italiana".

A su vuelta a Madrid se observa como Goya, un joven cercano a los treinta años, realiza una serie de obras que no alcanzarían un mérito excepcional pero si llamaría la atención de los pintores del momento. Por las cartas a Zapater se confirma como el artista tenía encargos en Zaragoza y su trabajo con Francisco Bayeu, pintor zaragozano reconocido en la Corte y de estilo académico.

En 1775, Goya junto a otros artistas son llamados a la Corte para el encargo de cartones que sirvieran de modelos a la Real Fábrica de Tapices. Al año siguiente Goya entregaría el primero de ellos, La merienda, y así hasta llegar hasta cuarenta y cinco cartones donde representaba escenas populares al aire libre, el pueblo con sus mejores trajes de manolos, de majas y de chisperos. De esta forma entra por primera vez a los palacios españoles como elementos decorativos esta temática representada.

 
De esta manera Goya comenzaba a ser conocido. En 1777 aparece casado con Josefa Bayeu, hermana del famoso pintor Francisco. Al año siguiente ya padre de un hijo varón, Goya consigue ver por primera vez las colecciones de pinturas que habían estado distribuidas en el Buen Retiro, San Lorenzo del Escorial, San Ildefonso, Aranjuez, la Casa del Campo, la Zarzuela, entre otros. Por orden de Carlos III se reunificaron todas en el Palacio de Madrid. En la colección se encontraban obras de Tiziano, Rubens, Van Dick, Durero, Murillo, pero Goya entre tanta producción pictórica vino a fijarse en la obra de Diego Velázquez, de la cual realizara una serie de grabados y en una carta a Zapater se refería a ellos de esta forma:

«Querido Martin.

Con Antonio Ibañez te embio un Juego de las obras de Belazquez que he grabado

que ya sabrás que tiene el Rey; no te las he embiado antes por qe no se supiera qe

aqui he tenido mil enredos con ellas, enfin chiquio estímalas que conforme bayan saliendo

te las enviaré. Sabatini se me echó sobre unos guapos borrones qe tenia y ya

los abia destinado y no hibas mal librado y me he quedado en pelota, aquel que tenia

antiguo del bayle también si lo quieres lo pondrás en un rinconcico qe por inútil se

quedó y bete á la m qe me haces hablar mas qe si fuera cosa qe lo baliera.

tuyo y retuyo

GOYA»
 

En el año 1979 se presenta a la familia real y describe este momento a través de otra carta, donde expresaba lo siguiente:

«Querido Martin: No te pude responder á lo que me preguntabas por no tener

tiempo. El borroncico que tu tienes es de Francisco (Bayeu) la invención y miala execucion

y todo importa tres caracoles que no merece la pena de que sea mió ni tuyo,

no vale ni un cuerno.

Si estubiera mas despacio te contaría lo que me onró el Rey y el Principe y la

princesa que por la gracia de Dios me proporcionó el enseñarlas cuatro cuadros, y les

besé la mano que aun no había tenido tanta dicha jamas, y te digo que no podia desear

mas en cuanto á gustarles mis obras, según el gusto que tubieron de verlas y las

satisfacciones que logré con el Rey y mucho mas con sus Altezas y después con toda

la grandeza, gracias á Dios, que yo no merecía ni mis obras lo que logré. Pero chiquio

campicos y buena vida, nadie me sacará de esta opinión y mas que ahora empiezo á

tener enemigos mayores y con mayor encono.

á Dios tu siempre

GOYA.»

El 7 de mayo de 1780 fue nombrado académico de la Real de San Fernando y en 1781 forma parte de un concurso importante y le escribe a Zapater lo siguiente:

«Amigo, llegó el tiempo de el mayor empeño en la pintura que se ha ofrecido en

Madrid, y es que á competencia a determinado S. M. que se hagan los quadros para la

iglesia de San Francisco el Grande desta Corte, y se a dignado el nombrarme á mí,

cuya carta orn. el Ministro se la embia oy á Goicoechea para que la enseñe á esos biles

que tanto han desconfiado de mi mérito y tu la llevaras adonde conozcas que has de

acer fuego que ay motivo para ello, pues Bayeu el grande aze también su cuadro,

Maella también ace el suyo y los demás pintores de cámara también acen: en fin esto

es una competencia formal, pues parece que Dios se a acordado de mi, y tengo esperanzas

de que sea todo en felices resultas después de echas las obras. El tamaño del

quadro es nueve baras castellanas de alto y la mitad de ancho, es tamaño natural:

Como tan interesado en mi bien tu sabrás el uso que debes hacer de esta noticia, y

los porrazos que puedes dar.»

En enero de 1783 se colocan en la iglesia de San Francisco el Grande los cuadros de los pintores del mencionado concurso en espera de que la Corte los viese.

Un elemento a destacar es que hasta el año 1783 con apenas treinta seis años, Goya no había hecho un solo retrato saliente, ni en que luciera las cualidades que le colocarían años más tarde en uno de los mejores retratistas del mundo.