Una de las obras más representativas de Goya es este retrato colectivo de la familia de Carlos IV, encargado por ellos en 1808 en un contexto en el que se quería retomar las relaciones con los franceses y con Napoleón. Goya retrata a los miembros de la casa de Borbón en torno a Carlos IV y Maria Luisa.
La forma en que debía realizarse el cuadro fue organizado por la propia reina y Godoy, de forma que Goya tomaba estudios del natural de los miembros que retrataría y para ello se traslada a Aranjuez un par de meses para a su regreso ponerse manos a la obra y terminarla a finales de año.
Es evidente la influencia recibida por Velázquez, la primera de ellas el propio Goya autorretratado en su lienzo, además la decoración de fondo con un par de cuadros simétricos. Los reyes son el centro de la composición y están unidos por el infante don Francisco de Paula, hijo menos de los reyes.
El autorretrato de Goya se localiza a la izquierda, sin dejar ver lo que pintaba en el lienzo, algo que contrasta con los cuadros del fondo que son de su propia creación.
Goya se detiene en mostrar la riqueza de los vestidos y joyas, todas las damas con la banda de la orden de Damas Nobles de la reina Maria Luisa, y la reina y la infanta Maria Luisa, de igual modo con la cruz de la Orden de la emperatriz Maria Teresa de Austria, algo exclusivo de las damas de la familia real. El rey por su parte lleva las bandas de la orden de Carlos III, de la napolitana de San Jenaro y de la francesa del Santo Espíritu y las placas de las cuatro órdenes militares españolas.
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