jueves, 16 de enero de 2014

EL JOVEN GOYA




Pocos datos se conocen de los primeros años de infancia y juventud de Goya, o al menos son en muchos casos confusos. Una de las clásicas fuentes a las que se accede para conocer aspectos de esta etapa de la vida del artista es la obra de D. Martín Zapater, quien fuera un condiscípulo de Goya en la Escuela Pía de Zaragoza y a la que ambos fueron de niños. Una amistad de toda la vida, la cual conocemos por la correspondencia entre ambos.

Goya solo estuvo en su ciudad natal de Fuentedetodos los años de su niñez, posteriormente se trasladó a Zaragoza a trabajar en el arte de la pintura. La obra de Zapater ofrece una recopilación de recuerdos que algunos vecinos de Goya conservaban del pintor y su familia, producto de una visita que realizara al pueblo y a la casa del artista durante la preparación de su libro:

«Refieren, sí, estos ancianos, que Goya era travieso é inquieto cuando chico; que

borroneaba figuras, y que pintó en la Capilla de las Reliquias unos cortinajes al fresco,

y después al óleo en las puertas del retablo, la Venida de la Virgen del Pilar; que en

1808 mientras su permanencia en el lugar, durante el segundo sitio que sufrió Zaragoza,

era sordo y le hablaba por señas un criado que trajo, haciendo uso de un abecedario

que todavía imitan. Mencionan también que al ver Goya la pintura del referido

altar exclamó: No digáis que eso lo he pintado yo; pero ninguna memoria hacen estos

modestos aunque exactos testigos de un acontecimiento que debió haber dejado

huella en el hogar: y contestes se hallan en asegurar que Goya dejó a Fuendetodos,

porque en él nada podía aprender ya como pintor.»

 
Después de la estancia en Zaragoza donde llegó a ser discípulo de D. José Luzán, formado en la Italia manierista, y de otra breve estancia en Madrid, Goya se marcha a Roma probablemente en el año 1770 todavía muy joven y allí alcanzará en 1772 con seguridad el segundo premio de un concurso de la Academia de Parma con su cuadro "Aníbal contemplando desde los Alpes la campiña italiana".

A su vuelta a Madrid se observa como Goya, un joven cercano a los treinta años, realiza una serie de obras que no alcanzarían un mérito excepcional pero si llamaría la atención de los pintores del momento. Por las cartas a Zapater se confirma como el artista tenía encargos en Zaragoza y su trabajo con Francisco Bayeu, pintor zaragozano reconocido en la Corte y de estilo académico.

En 1775, Goya junto a otros artistas son llamados a la Corte para el encargo de cartones que sirvieran de modelos a la Real Fábrica de Tapices. Al año siguiente Goya entregaría el primero de ellos, La merienda, y así hasta llegar hasta cuarenta y cinco cartones donde representaba escenas populares al aire libre, el pueblo con sus mejores trajes de manolos, de majas y de chisperos. De esta forma entra por primera vez a los palacios españoles como elementos decorativos esta temática representada.

 
De esta manera Goya comenzaba a ser conocido. En 1777 aparece casado con Josefa Bayeu, hermana del famoso pintor Francisco. Al año siguiente ya padre de un hijo varón, Goya consigue ver por primera vez las colecciones de pinturas que habían estado distribuidas en el Buen Retiro, San Lorenzo del Escorial, San Ildefonso, Aranjuez, la Casa del Campo, la Zarzuela, entre otros. Por orden de Carlos III se reunificaron todas en el Palacio de Madrid. En la colección se encontraban obras de Tiziano, Rubens, Van Dick, Durero, Murillo, pero Goya entre tanta producción pictórica vino a fijarse en la obra de Diego Velázquez, de la cual realizara una serie de grabados y en una carta a Zapater se refería a ellos de esta forma:

«Querido Martin.

Con Antonio Ibañez te embio un Juego de las obras de Belazquez que he grabado

que ya sabrás que tiene el Rey; no te las he embiado antes por qe no se supiera qe

aqui he tenido mil enredos con ellas, enfin chiquio estímalas que conforme bayan saliendo

te las enviaré. Sabatini se me echó sobre unos guapos borrones qe tenia y ya

los abia destinado y no hibas mal librado y me he quedado en pelota, aquel que tenia

antiguo del bayle también si lo quieres lo pondrás en un rinconcico qe por inútil se

quedó y bete á la m qe me haces hablar mas qe si fuera cosa qe lo baliera.

tuyo y retuyo

GOYA»
 

En el año 1979 se presenta a la familia real y describe este momento a través de otra carta, donde expresaba lo siguiente:

«Querido Martin: No te pude responder á lo que me preguntabas por no tener

tiempo. El borroncico que tu tienes es de Francisco (Bayeu) la invención y miala execucion

y todo importa tres caracoles que no merece la pena de que sea mió ni tuyo,

no vale ni un cuerno.

Si estubiera mas despacio te contaría lo que me onró el Rey y el Principe y la

princesa que por la gracia de Dios me proporcionó el enseñarlas cuatro cuadros, y les

besé la mano que aun no había tenido tanta dicha jamas, y te digo que no podia desear

mas en cuanto á gustarles mis obras, según el gusto que tubieron de verlas y las

satisfacciones que logré con el Rey y mucho mas con sus Altezas y después con toda

la grandeza, gracias á Dios, que yo no merecía ni mis obras lo que logré. Pero chiquio

campicos y buena vida, nadie me sacará de esta opinión y mas que ahora empiezo á

tener enemigos mayores y con mayor encono.

á Dios tu siempre

GOYA.»

El 7 de mayo de 1780 fue nombrado académico de la Real de San Fernando y en 1781 forma parte de un concurso importante y le escribe a Zapater lo siguiente:

«Amigo, llegó el tiempo de el mayor empeño en la pintura que se ha ofrecido en

Madrid, y es que á competencia a determinado S. M. que se hagan los quadros para la

iglesia de San Francisco el Grande desta Corte, y se a dignado el nombrarme á mí,

cuya carta orn. el Ministro se la embia oy á Goicoechea para que la enseñe á esos biles

que tanto han desconfiado de mi mérito y tu la llevaras adonde conozcas que has de

acer fuego que ay motivo para ello, pues Bayeu el grande aze también su cuadro,

Maella también ace el suyo y los demás pintores de cámara también acen: en fin esto

es una competencia formal, pues parece que Dios se a acordado de mi, y tengo esperanzas

de que sea todo en felices resultas después de echas las obras. El tamaño del

quadro es nueve baras castellanas de alto y la mitad de ancho, es tamaño natural:

Como tan interesado en mi bien tu sabrás el uso que debes hacer de esta noticia, y

los porrazos que puedes dar.»

En enero de 1783 se colocan en la iglesia de San Francisco el Grande los cuadros de los pintores del mencionado concurso en espera de que la Corte los viese.

Un elemento a destacar es que hasta el año 1783 con apenas treinta seis años, Goya no había hecho un solo retrato saliente, ni en que luciera las cualidades que le colocarían años más tarde en uno de los mejores retratistas del mundo.

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