lunes, 20 de enero de 2014

Goya y la Real Fábrica de Tapices


Goya comienza su trabajo en la Real Fábrica de Tapices una vez llegado a Madrid en 1775. En un primer momento trabajará sin un salario fijo, cobraba por cada uno de los cartones que entregaba. En estos momentos reinaba Carlos III, quien pasaba mucho tiempo fuera de Madrid, en los sitios reales con grandes cotos, por ello la corte en los meses de otoño se trasladaba a San Lorenzo de El Escorial. La necesidad de tapices para decorar las estancias fue la razón de que contrataran pintores para su encargo.

Por otro lado el Palacio de el Pardo  acogía a la familia real durante la primavera, una ampliación llevada a cabo por Carlos III fue la causa de que Goya realizara cuatro de las seis series de cartones para la decoración de estas nuevas estancias.

El proceso de confección de los cartones comenzaba con la medición de la estancia unido a las preferencias temáticas de quien lo encargaba. El artista antes que nada preparaba el boceto para luego ser aprobado por el cliente y finalmente hacer el cartón del mismo tamaño que el tapiz que se tejería sobre él.

Por los datos de pago se conoce que el primer cuadro que pintó Goya fue La Merienda, por el cual le pagaron siete mil reales, en esta obra representaba a un grupo de majos a orillas del río Manzanares de Madrid y en actitud de descanso, bebiendo y fumando mientras brindan por la naranjera que se les ha acercado con la mercancía.


Uno de los elementos que destacan en estas primeras obras es la forma de representar a los niños, reproduciendo sus juegos y travesuras para tapices de sobrepuertas, donde estaba presente esa alegría de la infancia. Y es que Goya en muchas ocasiones se rodeaba de niños con los que jugaba en los alrededores de su casa.

En resumen se puede ver como Goya en sus cartones nos va a mostrar su cara más festiva y optimista, representando un mundo de juegos, alegría y goces campestres, en el que se aprecia también el modo en que las élites españolas gustaban de revestir una apariencia popular y de jugar la carta "castiza" de una presunta identificación con la vida del pueblo.

Destacar algunos de sus cartones más significativos como El quitasol, una cena galante de ambiente rococó donde destaca la fuerza lumínica y el colorido de tonos vivos  y alegres. Además citar otros como La nevada, La vendimia, La gallina ciega y La boda, en los que se observan otras preocupaciones estéticas alternando lo amable con lo irónico o con la crítica a determinados aspectos de la sociedad.



Goya continuará con esta labor de pintor de cartones hasta 1792, registrándose a lo largo de todo este tiempo una evolución que va poco a poco atenuando el aspecto optimista y alegre de las escenas.

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