martes, 18 de febrero de 2014

Ermita de San Antonio de la Florida


La ermita de San Antonio de la Florida es uno de los tesoros que se conservan en Madrid, no tanto por su sobrio aspecto sino por el grandioso conjunto pictórico que Goya pintó a finales del siglo XVIII.
 
Declarada en 1905 Monumento Nacional y en 1928 dedicada exclusivamente a espacio museístico de Goya para la conservación de los frescos realizados por el artista con la edad de cincuenta y dos años y en medio de su sordera, un encargo que fue realizado en seis meses.
 

Goya representa varias escenas de tipo religioso como la Adoración de la Trinidad o los milagros de san Antonio de Padua, además representa en otras a los diversos personajes del siglo XVIII unido a los diferentes paisajes de la ciudad de Madrid para así mostrar su estrecha relación con esta ciudad.

Los restos mortales de Goya fueron trasladados a España en 1919 y recibieron sepultura en la capilla a los pies del presbiterio, una tumba de granito con una lápida que señalaba su sepultura en el cementerio de Burdeos.
 


 





Últimos años

Un Goya tradicional y otro innovador, es la doble faceta que vemos al analizar su obra. Elementos conservadores fieles a los encargos y gustos de su época se contraponen a otros que van a mostrar a un genio creador camino del Romanticismo y la Modernidad. Unos aspectos innovadores que hasta mediados del siglo XIX no van a alcanzar trascendencia posiblemente por el carácter íntimo de la mayoría de ellas.
 
Sus últimos años van a estar marcados por un mayor aislamiento de España, decidiendo en 1824 marcharse al exilio en Francia, donde continúa pintando, dibujando y haciendo litografías y grabados como los famosos "toros de Burdeos" o su serie de Los Disparates, que dejó inacabada y que no se publicaría hasta 1864.
 
En Burdeos realiza su última gran obra, La lechera de Burdeos, que, por su técnica, algunos han considerado como un precedente del Impresionismo. Muere en esa ciudad francesa en abril de 1828.
 
 






Las pinturas negras

Tras la derrota napoleónica y la entronización de Fernando VII, Goya pasó por un proceso político de depuración y continuó conservando su puesto en la corte real. Sin embargo, ya es visto con desconfianza en esta por su pasado liberal y va encerrándose cada vez más en si mismo y apartándose de la vida pública.
 
En 1823 tras una grave enfermedad, se recluye en su casa de campo, llamada "La Quinta del Sordo", que decora con las pinturas negras, realizadas al óleo sobre yeso, posteriormente trasladadas a lienzo, y llamadas así tanto por sus colores predominantes, negro, castaño, verdoso, blanco "sucio", como por su tono sombrío y pesimista.
 
El dolor, el mal, la amargura, lo demoniaco y lo irracional están presentes en estas composiciones enigmáticas de difícil interpretación, que nos muestran a un Goya visionario en sus años de vejez.
 

 
 
 
Destacable son también Saturno devorando a un hijo en una imagen de fuerza expresionista aterradora, y el Perro semihundido, donde la síntesis formal, la extrema sencillez y lo hermético de su significado lo sitúan en la modernidad.
 
 
 
 
 
 
 
 
 


Las majas de Goya

Un apartado concreto pertenece a las famosas majas  de Goya que realizara para el todopoderoso ministro Manuel Godoy, La maja vestida y La maja desnuda (1798-1805), obras por las que años más tarde se vería obligado a justificarse ante la inquisición.
 
A mediados del siglo XIX aproximadamente se produce la exhibición pública de estas dos pinturas, después de haber sido incautadas por su propietario, Manuel Godoy, y haber permanecido luego escondidas en el Tribunal de la Inquisición para finalmente pasar a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1836. Primero fue expuesta La maja vestida en la exposición de 1840 de la Academia y posteriormente La maja desnuda en los inicios del último tercio de este siglo.
 

 
En el siglo XX, con el interés que se crea en torno al desnudo femenino con las vanguardias artísticas, se ha valorado la modernidad de ambas obras de Goya en cuanto a la representación de la mujer y como claros precedentes de obras de Manet y Degas y otros artistas posteriores.





La tragedia en Madrid

Como se observa el contexto histórico siempre ha sido el telón de fondo en la figura de Goya y su producción artística, llegando a definirle como un "testigo de la historia" o como el "primer reportero gráfico" de la misma. Dos grandes obras anteriormente mencionadas forman parte de este bloque temático, el 2 de mayo de 1808 en Madrid o La lucha con los mamelucos, y el 3 de mayo de 1808 en Madrid o Los fusilamientos, pintadas en 1814, posterior al final de la guerra.



Ambos reflejan un hecho histórico ocurrido en Madrid los días 2 y 3 de mayo de 1808, que fueron el detonante de la guerra con los franceses. Estos dos lienzos fueron solicitados por la Regencia que esperaba a Fernando VII con el fin de destacar el valor del pueblo español y concretamente el de Madrid.
 
Por tanto dos escenas que muestran el choque entre españoles y franceses y el inicio de la guerra, la violencia será un aspecto evidente en ambas al igual que en la serie de grabados de la guerra que hemos comentado anteriormente, pero que en este caso Goya lo expresa mediante figuras y conceptos de la pintura anterior, así como por detalles relativos a la muerte y al momento preciso de darse muerte unos y otros.











Los desastres de la guerra

A partir de 1808, los acontecimientos históricos marcan de nuevo la pauta en la obra de Goya. La invasión napoleónica, el levantamiento popular del 2 de mayo contra los franceses y su represión posterior supusieron para Goya, como para la gran mayoría de los ilustrados españoles, una verdadera situación de crisis personal en la que se veían obligados a elegir entre el patriotismo y la oportunidad de introducir en España reformas de tipo ilustrado. Para Goya el problema era la sinrazón y la crueldad de la guerra. La pincelada aquí se vuelve más rigurosa y la mancha y el color disuelven el dibujo y se convierten en vehículo expresivo cargado de dramatismo.
 
 
 
La tragedia de la guerra se plasma en la serie de estampas grabadas de Los desastres de la guerra (1810-1813) que contienen escenas de crueldad salvaje. Y es que la guerra va a crear en la personalidad de Goya un espíritu de reflexión crítica e innovadora sobre esta, sus causas, manifestaciones y consecuencias. Algo que no solo plasma en esta gran serie de grabados sino también en las pinturas que realizó conmemorando los acontecimientos del 2 y 3 de mayo en la ciudad de Madrid. 
 
Goya a través de estas estampas va a mostrar el lado más oscuro de la guerra, el de los muertos y sus asesinos, el de los indefensos, el de los que padecen y el de los que disfrutan con el padecimiento ajeno. La sensibilidad de Goya ante estos hechos va a producir un gran grito contra todo tipo de violencia, que no acepta justificación.



 


 

Los Caprichos

 
 
En 1799 Goya realiza la serie de ochenta estampas grabadas al aguafuerte y aguatinta de Los Caprichos. En ellas, explorando la realidad de su entorno y observando con un ojo crítico excepcional los problemas del mundo que le rodea, fustiga las injusticias sociales, el abuso de poder, la hipocresía, la ignorancia del clero y en general los vicios y corrupciones.

El grabado titulado El sueño de la razón produce monstruos, concebido como portada de la serie, puede entenderse como un reconocimiento de la complejidad de la condición humana, que no sólo está hecha de razón sino también de sinrazón.


La interpretación inicial fue la de ver a los Caprichos como una crítica fuerte a la época del momento, en algunas ocasiones de forma general y en otras más concretamente a instituciones o personas como Godoy y la monarquía. Fruto de estas interpretaciones son los comentarios manuscritos en las estampas, ejemplo de ello es el ejemplar conservado en el Museo del Prado que pertenecía a Juan Agustín Ceán Bermúdez, amigo de Goya.
 
 
Precisamente esa crítica encubierta a instituciones como la Inquisición puso en peligro a Goya, que regaló las estampas grabadas a Carlos IV para evitar mayores problemas.